Que irónico es el destino, como junta a personas
y las separa a su vez. Se ríe a carcajadas moviendo las fichas en el tablero
para cambiar el final de una historia. Que irónico que es, como te extiende la
mano para agarrarla con todas tus fuerzas y entonces, verte colgando en el
precipicio. Pero, hay veces que el destino es bueno contigo y pone en tu camino
a personas que creías haber perdido. Y por un instante, el destino se ríe; pero
esta vez no es por maldad o astucia, esta vez es por ver como se desmorona tu
mundo. Observa cómo crece el castillo de piedra que te impide el paso en el
camino, observa la manera que tienes de admiras las estrellas mientras planeas
como trepar el castillo para poder saltar al otro lado y observa como conoces a
personas que te hacen ver que puede que no tengas que pasar al otro lado del
castillo si no lanzarte al río y que te lleve la corriente. Qué irónico el
destino que se ríe con la complejidad del ser humano, de su capacidad por
aferrarse a la esperanza y de su facilidad por enamorarse de la vida.
Más irónico es el destino, cuando no ríe si no llora
cuando ve a aquellos estancados en el camino esperando sobrevolar el castillo
pero acomodándose en el suelo por miedo a volar. Hay veces que el destino se
quiebra porque ve que no todo el mundo puede leer lo que escribe. El destino se
aleja cuando las personas no pueden ver más allá de la muralla y se asientan en
el lugar donde cayeron. Sin embargo, hay personas que no solo ven más allá de
la muralla si no que llegan a atravesarla. A veces, no apreciamos que la
tormenta es lo que da vida a las preciosas flores de primavera. Entonces, ¿Qué
decides? ¿Te sentarás a ver cómo pasa la tormenta o quieres ver el precioso
jardín detrás del castillo?